Aterrizamos en el aeropuerto internacional de Alajuela donde nos estaba esperando un taxista que había contratado Patrick, el dueño del Hotel Casa León de San José donde nos ibamos a hospedar esa noche.
No teníamos muy buenos informes sobre la capital del país por lo que habíamos decidido pasar en ella una sola noche. Patrick nos facilitó un mapa del centro de San José y nos indicó por donde podíamos pasear para ver la parte más interesante de la ciudad.
Era viernes santo, casi todo estaba cerrado. A pesar de estar una tarde nublada hacía calor y las calles eran un hervidero de gente que contrastaba con el poco tráfico que lucían las calzadas Los parques estaban abarrotados de lugareños y unos pocos turistas curioseábamos con torpeza entre ellos. La ciudad tenía mucha vida, múltiples puestos de venta ambulante ocupaban casi todas las esquinas y varios predicadores acaparaban la atención del público en todos los parques que cruzábamos.
Gente pidiendo, como en cualquier gran ciudad, algunos vagabundos dormitaban en los bancos de las calles principales y parques, como en cualquier gran ciudad, taxistas al acecho de turistas despistados, como en cualquier gran ciudad, mucha amabilidad, caras sonrientes, hasta inesperados saludos de transeuntes locales que se cruzaban con nosotros y nos regalaban su gran hospitabilidad, eso ya no pasa en casi ninguna ciudad del mundo.
Cierto es que San José no brilla por sus edificaciones, monumentos u organización urbanística pero sus gentes son entrañables, cercanas, amables................. seguro que existen excepciones pues de todo habrá, como en botica, pero nosotros no dimos con ellas.